Compartiendo con ustedes, mi vida
– ¡Oh, maíz, oh, tzité, oh, sol,
criatura, uníos, ayuntaos!
Así fue dicho al maíz, al tzité, al sol y a la
criatura.
Popol Vuh
Se levanta un sueño
de gigantes
para abrazar al mundo
a sus urgentes
clamores de paz y de alimento.
Esta es mi tierra,
un profundo edén
vertebrado en la luz
encordado
en el canto americano.
Tierra que espera
resurrecciones
el vuelo cotidiano
del despertar de sus lenguas.
Los quechuas remontan
el maíz en sus ñawillas[1]
la batea es un alma
candorosa y pródiga,
el inca ha visto
los niños del futuro
de otros mares
alucinados y muertos.
Todo en este tiempo
ha sido nombrado
por nuestros padres.
Veinte lenguas mayas
han signado sus promesas
en la palabra hermano.
Qué materia dulce para el alma.
El manifiesto del mundo será uno.
Las lenguas serán unidad.
Como las lágrimas y los cuerpos
disueltos
en colores calientes y violentos
que todos comprenden.
Hay un viento
que convoca al continente
el universo vuelve a la cresta del sol
a su primigenio sentido
a la eternidad prometida
en la piel americana.