viernes, noviembre 13, 2015

Canción de América en el sol

Compartiendo con ustedes, mi vida



– ¡Oh, maíz, oh, tzité, oh, sol, criatura, uníos, ayuntaos!
 Así fue dicho al maíz, al tzité, al sol y a la criatura.

Popol Vuh


 


Se levanta un sueño
de gigantes
para abrazar al mundo
a sus urgentes
clamores de paz y de alimento.

Esta es mi tierra,
un profundo edén
vertebrado  en la luz
                              encordado
         en el canto americano.

Tierra que espera
resurrecciones
                  el vuelo cotidiano
del despertar de sus lenguas.

Los quechuas remontan
el maíz en sus ñawillas[1]
la batea es un alma
candorosa y pródiga,
el inca ha visto
los niños del futuro
de otros mares
alucinados y muertos.

Todo en este tiempo
ha sido nombrado
por nuestros padres.
Veinte lenguas mayas
han signado sus promesas
en la palabra hermano.

Qué materia dulce para el alma.
El manifiesto del mundo será uno.
 Las lenguas serán unidad.
Como las lágrimas y los cuerpos disueltos
en colores calientes y violentos
que todos comprenden.

Hay un viento
que convoca al continente
el universo vuelve a la cresta del sol
a su primigenio sentido
a la eternidad prometida
en la piel americana.


[1] Ñawillas: pupilas





Sandra López Paz. Del libro "Americania, el fuego del árbol" (2015)

ASCENCIÓN

Compartiendo con ustedes, mi vida



            dentro de algunas horas/me acercaré a tus muertos

            ciudad muerta/ latiré en tus latidos

            ciudad viva/pisaré mis pisadas


            ciudad huella
                                     M. Benedetti





Vean cómo el paisaje sube
desde sus pasturas
al silencioso  añil
del tiempo.

Las orillas espumosas
cristalizan los tesoros del mar
y se mueren los sueños
por las caracolas
             ¡triste Alfonsina!
Y sin embargo,
hay hambre y sequía
en los ojos mesopotámicos
                en las guarañas dulces
en las noches lunfardas.

El llano dorado de trigales
camina en los ojos gordos del ganado,
y camina la pampa en soledad…
              ¡ay esa extensión de la pena
                  bajo el ombú silenciado!
Hay tanta distancia
como hombres errantes
cuya guitarra se pierde.
Las estrellas frías
esperan su concierto
inacabado.

Y el cardón,
la colorida montaña
            y los mineros el trapiche
la poma su cintura azul
            los caballos alados su luna
los sentidos del norte
                    se declaran nulos
ante la noche sufragada
        y sepultada en los cañaverales
en la  exégesis
de la nada.
      ¡ay Maridela y tu guitarra absorta!.

Y ese sur
tan lejano historia fría
con un enorme témpano
dolor vitalicio
                ¡poemas con frío y orfandad!
No es el hombre que ha caído.
Es su brazo acostumbrado
a la mano abierta sin trabajo
con que recibe la miseria igualitaria.

Por la huella del lobo
el hombre se ha perdido.

Vean cómo su paisaje desciende
desde la más débil conciencia
al silencioso corazón
hecho piedra.



del libro "Americania. El fuego del árbol" (2015)


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