miércoles, agosto 19, 2015

Antes de Sandra

Compartiendo con ustedes, mi vida

                                           Y los libros que fabriqué con pena
                                                                Oscar Corbacho
 
He morado en mi madre
tantas veces.
En su silencio
sus ocasos
            sus hábitos matutinos.
Su hambre de libertad
           sobre las rosas.
A dos eternidades de sus alas
he vagado en su distancia hostil
sin poder hablarle.
Gritando madre
desde las víceras
ha dejado pendiente
nuestro tiempos.

He tomado su corazón pleno
para decirle que la amo.
He vaciado su nombre
tantas veces
buscando mi arcano
pero ninguna se depone
                     ni se rinde.
Miramos los nudos
del pañuelo
para que afloren
los recuerdos dorados.

Me ha dado
la enciclopedia de sus horas
y de su sangre tengo
el ímpetu insurrecto
la medida exacta de los vaticinios
            cuánto esperar,
cuándo ha sido  vano
llorar por lo perdido.

Mi madre dice
todo se ha de cumplir
           a no remar , por lo tanto
           que  el corazón mira
           lo que nos concierne
verdaderamente.

De mi padre,
ese viaje tranquilo,
contemplación del mundo
que se inclina
a sus magias primigenias.
Mi padre tiene en mi mirada
la búsqueda de todos los tesoros
del micénico
y las palabras de oro
del barroco.
              De un hombre del campo,
             se heredan siempre
              sueños y nostalgias.

Ambos, en conjuro fatal,
son las salvas
de una guerra inminente,
el agua de los inciensos,
y el azul de la poesía
que me ha puesto
en la órbita
de un corazón sensible
de llama alta
de lágrimas en el cuenco
a punto de caer
e inundar la calle.

Deberían anclarme
en su estrella
         y  antes que nada
crearme nuevamente
en los ojos de Prometeo.

Hay
una sandra
infinitamente sola
detrás de ese tiempo
donde cabe el sentido
y el amor
de fundarlos
eternamente.


Sandra López Paz ( del libro   MIS PROPIOS DEBERES)

Labores

Compartiendo con ustedes, mi vida


                                        desplegando y tañendo
                                       mi lira obligatoria y rumorosa
                                       sé lo que soy
                                       y adonde va mi canto
                                                      P. Neruda





Con toda la buena intención
me apresto a cortar unos moldes.
Hay perfume a ocio
              cadencia de rocíos
sobre las telas nuevas.
En la misma mesa del almuerzo
y los poemas
              escritorio exhausto
se abren los moldes
que me darán el abolengo
de abuela costurera.
Los ojos de mis hijos
se fruncen
al tiempo deshilvanado.
Ellos tuvieron sus vestidos
improvisados
con puntillas sin grafía.
Los veo jugar
en rondas febriles
en mi costado.
Por el rabillo
me mezclan los talles
toman los retazos
y escapan al patio
             ¡espantapájaros!
Lo mismo que
la hoja en blanco,
me siento a esperar
la musa de los sueños
y sobreescribo las líneas
del pespunte.
 Las palabras van
solfilando la hoja
            centímetros más, centímetros menos.
La tiza se ha roto
               varias veces
en la espalda del figurín
como tantas otras
se han quebrado las palabras
en mi garganta.

Qué difícil tarea
decirles mi amor
con otras cosas
que el salario y la ausencia de los días.

Qué magia tiene
esta voluntad de exiliarnos
y perdernos  en la trama
de esa cómplice soledad
y deshacer el olvido
de las prendas
y las cartas.

Sobre la máquina inacabada
se deshila la página
nunca escrita
       suspendida por el trajinar de las palomas.

Cómo es posible
coser y escribir la eternidad
cantándole a la vida
                          si, afuera,
esas pequeñas ropitas
no cuentan su historia
con el debido amor
         y en la costumbre
nos hace invisibles.

Quiero coser mi sombra
     con tintas indelebles
a sus manos hermosas.
Como esas mujeres
cuyo perfume
exhala en sus retoños
a pesar de la pobreza
la sabia comprensión
del universo.

Quiero hacer
un pequeño pantalón
para mi Ulises.
He comprado
los hilos, la entretela
        y con firme decisión
iré por la prenda                    
para su invierno dulce.

El poema regresa
de sus noches
al corazón del molde
y me enciende.


Sandra López Paz (del libro Mis propios deberes)

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