Compartiendo con ustedes, mi vida
desplegando y tañendo
mi lira obligatoria y rumorosa
sé lo que soy
y adonde va mi canto
P. Neruda

Con toda la buena intención
me apresto a cortar unos moldes.
Hay perfume a ocio
cadencia de rocíos
sobre las telas nuevas.
En la misma mesa del almuerzo
y los poemas
escritorio exhausto
se abren los moldes
que me darán el abolengo
de abuela costurera.
Los ojos de mis hijos
se fruncen
al tiempo deshilvanado.
Ellos tuvieron sus vestidos
improvisados
con puntillas sin grafía.
Los veo jugar
en rondas febriles
en mi costado.
Por el rabillo
me mezclan los talles
toman los retazos
y escapan al patio
¡espantapájaros!
Lo mismo que
la hoja en blanco,
me siento a esperar
la musa de los sueños
y sobreescribo las líneas
del pespunte.
Las palabras van
solfilando la hoja
centímetros más, centímetros menos.
La tiza se ha roto
varias veces
en la espalda del figurín
como tantas otras
se han quebrado las palabras
en mi garganta.
Qué difícil tarea
decirles mi amor
con otras cosas
que el salario y la ausencia de los días.
Qué magia tiene
esta voluntad de exiliarnos
y perdernos en la trama
de esa cómplice soledad
y deshacer el olvido
de las prendas
y las cartas.
Sobre la máquina inacabada
se deshila la página
nunca escrita
suspendida por el trajinar de las palomas.
Cómo es posible
coser y escribir la eternidad
cantándole a la vida
si, afuera,
esas pequeñas ropitas
no cuentan su historia
con el debido amor
y en la costumbre
nos hace invisibles.
Quiero coser mi sombra
con tintas indelebles
a sus manos hermosas.
Como esas mujeres
cuyo perfume
exhala en sus retoños
a pesar de la pobreza
la sabia comprensión
del universo.
Quiero hacer
un pequeño pantalón
para mi Ulises.
He comprado
los hilos, la entretela
y con firme decisión
iré por la prenda
para su invierno dulce.
El poema regresa
de sus noches
al corazón del molde
y me enciende.
Sandra López Paz (del libro Mis propios deberes)
mi lira obligatoria y rumorosa
sé lo que soy
y adonde va mi canto
P. Neruda

Con toda la buena intención
me apresto a cortar unos moldes.
Hay perfume a ocio
cadencia de rocíos
sobre las telas nuevas.
En la misma mesa del almuerzo
y los poemas
escritorio exhausto
se abren los moldes
que me darán el abolengo
de abuela costurera.
Los ojos de mis hijos
se fruncen
al tiempo deshilvanado.
Ellos tuvieron sus vestidos
improvisados
con puntillas sin grafía.
Los veo jugar
en rondas febriles
en mi costado.
Por el rabillo
me mezclan los talles
toman los retazos
y escapan al patio
¡espantapájaros!
Lo mismo que
la hoja en blanco,
me siento a esperar
la musa de los sueños
y sobreescribo las líneas
del pespunte.
Las palabras van
solfilando la hoja
centímetros más, centímetros menos.
La tiza se ha roto
varias veces
en la espalda del figurín
como tantas otras
se han quebrado las palabras
en mi garganta.
Qué difícil tarea
decirles mi amor
con otras cosas
que el salario y la ausencia de los días.
Qué magia tiene
esta voluntad de exiliarnos
y perdernos en la trama
de esa cómplice soledad
y deshacer el olvido
de las prendas
y las cartas.
Sobre la máquina inacabada
se deshila la página
nunca escrita
suspendida por el trajinar de las palomas.
Cómo es posible
coser y escribir la eternidad
cantándole a la vida
si, afuera,
esas pequeñas ropitas
no cuentan su historia
con el debido amor
y en la costumbre
nos hace invisibles.
Quiero coser mi sombra
con tintas indelebles
a sus manos hermosas.
Como esas mujeres
cuyo perfume
exhala en sus retoños
a pesar de la pobreza
la sabia comprensión
del universo.
Quiero hacer
un pequeño pantalón
para mi Ulises.
He comprado
los hilos, la entretela
y con firme decisión
iré por la prenda
para su invierno dulce.
El poema regresa
de sus noches
al corazón del molde
y me enciende.
Sandra López Paz (del libro Mis propios deberes)
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